CONFERENCIA DE ALBERTO OSPINA TABORDA EN EL CONGRESO DE CIENCIA Y TECNOLOGÍA NAVAL
Alberto Ospina Taborda fue invitado a presentar una conferencia en el I Congreso de Ciencia y Tecnología Naval
La siguientes fueron las palabras que dirigió al auditorio del Congreso de Ciencia y Tecnología Naval:
Señoras y señores, jóvenes cadetes: (Este saludo fue modificado antes de dirigirse a su audiencia, de acuerdo con las personalidades presentes).
Buenas tardes.
Me siento honrado y agradecido con los organizadores de este Congreso de Ciencia y Tecnología Naval, por la oportunidad que se me ofrece para disfrutar y compartir esta tarde con tan distinguida audiencia. Muy especialmente con la de los cadetes navales de las nuevas promociones, en este mes de noviembre, cuando se cumplen 70 años de mi propia graduación, y 50 de la creación de Colciencias, acontecimientos tan importantes y gratos a mi corazón.
El cincuentenario de Colciencias fue celebrado con la publicación del libro Creación de Colciencias, una monografía, un testimonio en el cual, además de la historia de su fundación, aparece una relación detallada de mis andanzas, antes y después de recibir el grado de Teniente de Corbeta en la Escuela Naval. Aunque inicialmente rechacé la idea de referirme hoy a los hechos que condujeron a la culminación de estos dos proyectos, no resisto ahora la tentación de sugerirles centrar su amable atención inicial en unos párrafos que encontrarán en ese libro, porque están directamente relacionados con la historia de la transformación académica de la Escuela Naval en los años 60, y con una lección de vida: la búsqueda de superación personal, el aprovechamiento de oportunidades únicas de progreso, tanto en el nivel individual, como en el más amplio de las necesidades institucionales de la Armada, y en otros espacios de la vida nacional.
Desafíos y oportunidades. A los jóvenes cadetes: cuando se tiene un sueño, una idea, un deseo o el anhelo de alcanzar un logro, no debemos esperar a que las oportunidades lleguen solas, por suerte o por azares de la vida. Es preciso buscarlas, perseguirlas con empeño, con persistencia y, sobre todo, con pasión. Y luego, cuando las tengamos a la mano, asirlas, apropiarnos de ellas y aprovecharlas para el logro de nuestra aspiración o propósito. A veces son las circunstancias del tiempo o del espacio las que nos permiten, o nos impulsan, para dar el salto y tomar la oportunidad que se nos cruza.
Los años sesenta del siglo pasado fueron ricos en oportunidades de aprendizaje, de liderazgo y de progreso; y fueron también propicios para atrevidas innovaciones y nuevos emprendimientos. Era el comienzo de la tercera revolución industrial, caracterizada por continuos avances en los campos de la ciencia, en la electricidad y la electrónica, la mecánica y la robótica, la biotecnología y la botánica, la informática y las comunicaciones… en fin, en las numerosas aplicaciones científicas.
Algunas de ellas constituyeron mis vivencias y muchos de ustedes las conocen o también han vivido: “el uso intensivo de los antibióticos, las vacunas y los anticonceptivos en la salud; la utilización del transistor y la microelectrónica en las comunicaciones; la irrupción de la televisión en color en los hogares; la entrada del avión de retropropulsión en los transportes aéreos; la llegada del computador digital a la vida de las personas y las empresas; el nacimiento de la tecnología que dio origen a internet; el avance de las ciencias de la información y las comunicaciones; el perfeccionamiento y las aplicaciones militares del proyectil intercontinental teledirigido; la presencia de los satélites artificiales alrededor de la tierra; la competencia por el dominio del espacio y por el avance del conocimiento; la llegada del hombre a la luna”.
Con cada una de esas tecnologías había múltiples posibilidades de acción para el surgimiento de creaciones innovadoras, para impulsar el crecimiento económico, el bienestar y el progreso social; fueron, sin duda, respuesta a sentidas necesidades, o fuentes de buenas oportunidades para quienes quisieron o pudieron aprovecharlas.
En mi propio tránsito por la Armada, las necesidades de modernizar la flota y preparar personal capacitado para su operación constituyeron la circunstancia favorable para introducir cambios en el currículo, y comenzar el proyecto de transformación y mejoramiento de los programas educativos de la Escuela, y continuar la gestión hasta crear la facultad de Ingeniería Naval, hechos que posteriormente permitieron elevar la Escuela “Almirante Padilla” a la categoría de universidad.
Otras oportunidades, aprovechadas en diversos campos de la actividad nacional, me permitieron adelantar proyectos que marcaron el camino de nuevos logros: Menciono algunos (por favor, no lo tomen como con fines de “autobombo”, sino porque quiero compartir con ustedes el orgullo de haberlos adelantado, bien con el uniforme de la Armada puesto o con el título de Capitán).
Estos son los que quiero compartirles: Con el ejemplo y la experiencia de lo conseguido en la línea de educación superior para la Escuela Naval, me fue posible más tarde venderle al entonces Ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, el programa de preparación de postgrado en el exterior para los oficiales de las Fuerzas Armadas, el cual aún persiste con el apoyo de Colfuturo. En el campo civil, después de haber traído a los colegios del país los nuevos métodos de enseñanza de física (la Física del P.S.S.C. desarrollada con la colaboración de MIT), introduje la tecnología digital y el uso del computador en la administración de Impuestos Nacionales, entre 1964 y 1965, este último, año de mi retiro del servicio activo. Un poco después fue la creación y dirección de la Fundación para el Fomento Educativo y el Avance de la Ciencia y la Tecnología en Colombia; y con ella, finalmente, la fundación y puesta en marcha de Colciencias, institución destinada a impulsar el desarrollo de la ciencia en Colombia, ahora transformada en Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación.
Nuevas tecnologías, nuevos retos. Si estudiamos las perspectivas del desarrollo de Colombia hacia el futuro inmediato, veremos que, por las necesidades sociales, los cambios económicos y el surgimiento de nuevas tecnologías con la llegada de la cuarta revolución industrial, los retos y las oportunidades serán mayores para los hombres y mujeres de hoy, y también para las nuevas generaciones.
Aquellas tecnologías que caracterizaron y dominaron la segunda mitad del siglo XX, las de la tercera revolución industrial, ahora se complementan e integran con las nuevas que están surgiendo: las de electricidad, electrónica y mecánica las vemos integradas con la robótica y la inteligencia artificial; las ciencia de la información y la tecnología digital se funden con el manejo de altos volúmenes de datos (la big data), el internet de las cosas y las ciencias de la vida; las tecnologías de materiales con la nanotecnología; los computadores digitales serán complementados con los computadores cuánticos. Ante este nuevo paradigma tecnológico, tendremos nuevos desafíos y necesidades en conocimientos, habilidades y destrezas; pero como quedó indicado arriba, también habrá nuevas oportunidades y perspectivas de avance y de progreso.
Como nación, estaremos abocados a prepararnos, por la fuerza de las circunstancias, para una lucha por la supervivencia en un mundo competitivo y avanzado que domina estas nuevas tecnologías, y produce los bienes y servicios que demanda la economía del conocimiento. Nuestro sistema productivo, sin embargo, no está suficientemente preparado para esa lucha; muchos otros países nos han tomado ya amplia ventaja. Reflexionemos, entonces, sobre la manera de enfrentar esos nuevos retos y de construir un mejor futuro para nuestra nación. Tenemos, de nuevo aquí, un manantial de oportunidades para los jóvenes profesionales colombianos, y para los cadetes navales de hoy y de mañana, en los campos de la ciencia aplicada, el emprendimiento y la innovación.
Función social de la ciencia. Viene ahora una pregunta: La ciencia, ¿para qué? Vamos: Decía, no hace mucho tiempo, ante un foro en la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, que nuestro país podrá alcanzar prosperidad y desarrollo cuando su población, en especial sus dirigentes, entiendan y abracen el concepto de progreso técnico, ese hijo del conocimiento, la ciencia aplicada y la innovación. Dicho de otra manera, el crecimiento económico y el bienestar social avanzarán de la mano, en Colombia, cuando el país tenga la habilidad de convertir el conocimiento científico en algo útil para la sociedad; cuando se alcance la capacidad de transformar ideas en nuevos procesos, productos o servicios; o nuevos comportamientos y actitudes, para dar solución a problemas económicos y sociales. Es así como la ciencia, mediante su desarrollo y aplicación, puede cumplir su función social.
Los temas tratados a lo largo de este Congreso de Ciencia y Tecnología Naval se han ocupado del impacto de las aplicaciones científicas, y convergen en una conclusión, o una verdad que ahora todos aceptamos. Porque nos ha sido enseñada por el mundo académico a través de sus investigaciones; o nos ha sido demostrada por los países desarrollados que hoy dominan la producción de los bienes y servicios que consumimos o utilizamos.
Es una conclusión que podemos resumir así: el conocimiento que nos llega a través de la educación, la ciencia y la tecnología, es la fuente del crecimiento económico, del progreso social, del bienestar de las personas y de la sociedad. Esta certidumbre nos lleva a reflexionar sobre el poder del conocimiento. Me complace compartir con ustedes algunas ideas que he escrito, discutido y presentado antes, en otros contextos.
El poder del conocimiento. El poder, en sus diversas formas, sea el ostentado por sistemas políticos, institucionales o religiosos, o por países, o por imperios, crece con el conocimiento de las personas que los constituyen. Conocimiento de la materia de que están hechas las cosas y los seres vivos, conocimientos biológicos y físicos, económicos y administrativos, legales y financieros, filosóficos y religiosos, civiles y militares… en síntesis, los que son necesarios y deseables para el tránsito feliz y provechoso por la vida.
El conocimiento y la información son los principales generadores de valor y de poder. Con las aplicaciones del conocimiento los gerentes multiplican las ganancias y hacen crecer sus empresas; los comandantes de los ejércitos aumentan su potencia ofensiva o defensiva; las personas ricas incrementan sus caudales y sus patrimonios; las naciones son más poderosas, ricas e influyentes, y sus pueblos son más prósperos y gozan de mayor bienestar. El conocimiento es un factor diferenciador entre sabiduría e ignorancia, entre prosperidad y pobreza, entre bienestar y penuria.
Las nociones del crecimiento económico y la riqueza de las naciones, impulsados por el conocimiento científico, han sido objeto de discusión y estudio por muchos años, en los medios universitarios y en los diversos ámbitos de la empresa, la producción y el gobierno.
Porque son pertinentes al tema del poder del conocimiento que nos ocupa hoy, permítanme repetir aquí en la Escuela Naval, algunos argumentos e ideas que, sobre esas nociones, presenté en una sesión de la catedra del Caribe, en el Museo Naval de Cartagena, por amable invitación del Observatorio del Caribe, hace poco tiempo. No son ideas mías.
El profesor Robert Solov de MIT, premio Nobel de Economía en 1987, nos enseñaba que el conocimiento técnico es el que se pone en los bienes y servicios que producimos, vendemos o compramos. En otras palabras, es el conocimiento técnico el que da a las personas la capacidad para transformar ideas, teorías y proyectos en bienes y servicios útiles a la sociedad. Esta capacidad, que Solov llamó progreso técnico, constituye uno de los factores de la producción, el factor predominante, por encima de los tradicionales de la mano de obra, el capital financiero y los recursos de la tierra.
El conocimiento es poder y es riqueza intelectual. Thomas Steward, un connotado escritor de las revistas Fortune y de la Harvard Business Review, en su obra, Intelectual Capital, nos dice que el capital intelectual es la nueva riqueza de las organizaciones y de las naciones, que los activos de conocimiento y capital intelectual son más importantes que los activos físicos y financieros en las empresas. Siguiendo el argumento de Solov sobre la importancia del conocimiento técnico, remataba con esta potente sentencia: “La información y el conocimiento son las armas termonucleares competitivas de nuestro tiempo”. Y agregaba: “El conocimiento es más valioso y más potente que los recursos naturales, las grandes fábricas o gordas cuentas bancarias”.
El mexicano Juan Enríquez Cabot, profesor de Harvard, en una conferencia de principios del siglo titulada Los imperios del futuro serán los imperios de la mente, traía esta cita de Einstein: “Todos los imperios del futuro van a ser los imperios del conocimiento, y solamente serán exitosos los pueblos que entiendan cómo generar estos conocimientos y cómo protegerlos; cómo buscar a los jóvenes que tengan la capacidad para hacerlo, y asegurarse que se queden en el país…”
Estos conceptos, en alguna forma, dieron nacimiento a un nuevo paradigma técnico-económico: la economía del conocimiento y la formación de una sociedad postmoderna, que ha sido llamada, similarmente, la sociedad del conocimiento; una sociedad en donde la producción, el crecimiento económico y la riqueza de las naciones están basados principalmente en capital intelectual y en las aplicaciones de la ciencia.
Como conclusión, la lección aprendida es: en esta nueva era del predominio del conocimiento ya no tienen tanta preponderancia en los procesos de crecimiento económico, como sí la tenían en el siglo pasado, los productos de la tierra, los activos físicos, o los bienes de capital. Es cierto que el financiamiento, la seguridad jurídica, la buena infraestructura de energía y de transporte, siguen siendo importantes factores de la productividad y del comercio; pero a la hora de innovar y producir bienes y servicios para triunfar en una economía globalizada, lo principal es la producción basada en aplicaciones del conocimiento.
Esta es la filosofía que han entendido y aplicado los países hoy tecnológicamente desarrollados, como Estados Unidos, Canadá, Alemania, Francia, Gran Bretaña, Suiza, Finlandia, Japón, y otros que no lo eran tanto hace 40 años, como Corea, Singapur, Taiwan, India y China. Estas naciones han sabido aplicar los conocimientos para construir capacidad de investigación, y habilidad para convertir sus resultados en productos y servicios que venden con éxito en los mercados internacionales.
La Política Científica. Aprendiendo nosotros de estos últimos países, en busca del desarrollo económico y el bienestar futuro de la nación, debemos adoptar políticas de Estado vigorosas y claras, cuyos objetivos estratégicos conduzcan a la generación de conocimiento. El desafío, entonces, está en saber cómo crear capital intelectual, cómo preservarlo, apreciarlo y aplicarlo.
El saber y el conocimiento no son innatos en las personas, aunque sí lo es la potencialidad de adquirirlos; se pueden crear, adquirir y fortalecer, cultivando nuestra inteligencia a lo largo de toda la vida. Se adquieren y enriquecen en el hogar, en el aula, en la biblioteca, en el laboratorio, en Internet, mediante bien formulados procesos educativos; se mantienen y avanzan con el estudio riguroso y continuo, con la experimentación y la investigación científica. Pero la responsabilidad no es sólo individual; lo es de la persona, la familia, la sociedad y el Estado.
La orientación y el apoyo del Estado son esenciales. La orientación la darán las políticas públicas que, en materias de ciencia, tecnología e innovación, sean promulgadas y puestas en efecto por el alto gobierno, junto con las estrategias diseñadas para su ejecución. El apoyo estará en los recursos destinados para volver realidad los planes y programas resultantes de las formulaciones estratégicas.
La promulgación de políticas públicas es función de los gobernantes. El profesor Carlos Salazar Vargas, de la Universidad Iberoamericana de México, en su obra sobre políticas públicas, es enfático en la necesidad de que ellas ofrezcan respuestas integrales y certeras, viables y oportunas, a los problemas y necesidades del desarrollo de la nación. En el caso de Colombia, una de las principales, casi la esencial, es la necesidad de una política científica, promulgada y puesta en efecto en el más alto nivel del Estado, enfocada a la creación de conocimiento y a la promoción del desarrollo económico y social.
El gobierno nacional, consciente de esta necesidad, ha convocado una comisión internacional de sabios que está a punto de presentar sus conclusiones y recomendaciones sobre lineamientos y bases de la política científica nacional.
Casi simultáneamente, en enero de este año, el Congreso expidió la Ley 1951 de 2019, por la cual se transformó a Colciencias en Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. Estamos en el mejor momento para darle un segundo impulso al avance de la ciencia y la tecnología en nuestro país.
Estas son las bases con las cuales podremos construir un proyecto de nación que nos provea un futuro de progreso y bienestar. Los astros se han alineado en el firmamento de Colombia para señalarnos el rumbo. Utilicemos, entonces, las armas termonucleares de que nos habla Steward, la información y el conocimiento, para sacar provecho, con sentido patriótico, del potencial que representan para el país sus hombres, sus mujeres, su cultura y sus grandes riquezas naturales.
Cartagena, noviembre de 2019
Los siguientes enlaces lo llevarán a su biografía, escritas por 3 autores diferentes: la primera, escrita por Cienytec SAS, desde la perspectiva de Ricardo, su hijo; la segunda, escrita por una periodista científica, Lisbeth Fog; y la tercera, de orientación naval, escrito por el editor de la CyberCorredera, periódico virtual informal de la comunidad naval. A continuación, siguen enlaces gráficos de otras actividades desarrolladas por el Capitán Ospina.
Algunas Actividades y logros de Alberto Ospina Taborda.
En las siguientes páginas encontrará algunas de las actividades, logros y triunfos del Capitán Alberto Ospina. Haga clic en la imagen o en el vínculo "Leer más" para ir a la página corerspondiente: