Creación de Colciencias
Una Monografía, un testimonio, por Alberto Ospina
COMENTARIOS DE CIENYTEC.COM, POR RICARDO OSPINA
En los últimos días de noviembre, coincidentes con el cincuentenario de la fundación de Colciencias, salió publicado el libro correspondiente a esta carátula. Por haber sido su autor la persona que, se aventuró en 1963 en el emprendimiento de la empresa que ahora es Cienytec SAS, me complace como Gerente actual, adelantar algunos comentarios introductorios.
La obra que comentamos es el resultado de varios años de recopilación de información, remembranzas y confirmación de recuerdos que a los 94 años, conserva el Capitán Ospina "como si fueran de ayer" - decimos quienes hemos tenido el gusto de oirlo recordar y contar sus historias - aunque él diga que ya se le olvidan muchos detalles. Sin embargo, relata anécdotas con detalle, en las que en una sola frase puede decir los nombres completos y ambos apellidos de más de 10 personas que en algún momento lo acompañaron en una actividad.
El libro comienza describiendo, en la primera parte, el contexto alrededor del que se creó Colciencias, es decir, Colombia en el mundo de los años 60, que influyó en la necesidad de crear el Fondo Colombiano de Investigaciones Científicas y Proyectos Especiales "Francisco José de Caldas", nombre con el que se inició Colciencias, hoy Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación, en proceso de convertirse en el Ministerio de Ciencia, Tecnología e innovación, MICTI.
La segunda parte, a partir del capítulo 7, es autobiográfica, "un testimonio" y se narra en primera persona, de manera que al leer el texto se crea un vínculo y una gran cercanía al autor, que produce la sensación de tenerlo al frente contando la historia, y el deseo de saber más, de poder preguntar los detalles.
La portada del libro se muestra en la imagen de arriba. A continuación, se han copiado del libro algunos fragmentos del texto que le permitirán al lector saborearlo antes de leerlo, conocer un poco sobre el autor y entender cómo se presenta la historia de la "Creación de COLCIENCIAS Una monografía, un testimonio".
Los siguientes son algunos apartes tomados del libro. Solo se muestra el título, para una cómoda lectura. Haga Clic sobre cualquier título azul para desplegar el contenido del mismo y otro clic para cerrarlo. Haga clic en
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ISBN 978-958-5445-25-3
CREACIÓN DE COLCIENCIAS, UNA MONOGRAFÍA, UN TESTIMONIO
Por
Alberto Ospina Taborda.
PORTADA
El siguiente texto ha sido tomado de la portada posterior del libro:
"Esta monografía es resultado de mis reflexiones y recuerdos sobre el proceso de creación de COLCIENCIAS a finales de los años sesenta del siglo pasado, en el marco de las condiciones socioeconómicas y políticas que antecedieron y rodearon su fundación.
Está elaborada a partir de mis experiencias y escritos personales, algunos testimonios de amigos que participaron en el proceso, documentos y libros sobre la época. Por haber visto transcurrir y haber vivido tres cuartos del siglo XX, en particular los años anteriores y posteriores a los comienzos de la institución, buena parte de la historia y hechos referidos tuvieron relación con mis vivencias, o al menos ocurrierosn ante mis ojos o fueron parte de mis preocupaciones personales."
Alberto Ospina T.
CONTRAPORTADA
El siguiente texto ha sido tomado de la contraportada (ambas solapas) del libro.
"Alberto Ospina Taborda, es Capitán de Corbeta, retirado de la Armada Nacional. Hizo sus estudios de pregrado en la Escuela Naval de Cadetes de Cartagena, y de posgrado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, MIT, en Boston, con especialización en electrónica y comunicaciones. Dictó esta materia en la Escuela Naval y fue profesor invitado de las Universidades de los Andes en Bogotá, Colombia, y del Salvador en Buenos Aires, Argentina.
Como oficial Naval, fue Director de Comunicaciones Navales; organizó y puso en marcha la Facultad de Ingeniería Naval, con la cual elevó la Escuela al nivel de educación superior. Estando en servicio activo, en comisiones del servicio, se desempeñó como Primer Director General del Ministerio de Comunicaciones, miembro de la Junta Directiva de TELECOM, y director encargado de la Radio Televisora Nacional, INRAVISION. En su última misión del servicio, organizó y puso en funcionamiento el primer sistema de computación electrónica en el Ministerio de Hacienda, para la administración de Impuestos.
Fue promotor, gestor y primer Director de Colciencias, en 1968, entonces “Fondo Colombiano de Investigaciones Científicas”, hoy Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación. Como tal, sentó las bases del Sistema nacional de Ciencia, tecnología e innovación y promovió la creación de la Asociación Colombiana para el Avance de la Ciencia, ACAC. Posteriormente fue Consejero de Ciencia y Tecnología de los presidentes Carlos Lleras Restrepo y Misael Pastrana Borrero.
En misiones de estudio para el desarrollo de la ciencia, la tecnología y la innovación, como invitado de Unesco, visitó instituciones especializadas de España, Francia, Bélgica, y la antigua Checoslovaquia; con propósitos similares, atendió invitaciones de Estados Unidos, India e Israel
Con el apoyo de la Universidad de Harvard, y miembros del MIT-Harvard Club de Colombia, estableció, en 1992, el programa de becas Harvard-Colombia: centenares de colombianos, hoy en posiciones destacada de la vida nacional, se han beneficiado del mismo.
En el año 2011 fue reconocido por la revista Semana y la Fundación Liderazgo y Democracia como finalista en el Premio Mejores Líderes; en 2014 recibió de COLCIENCIAS el premio Vida y Obra por su contribución al desarrollo científico y tecnológico del país; en el mismo año, el MIT le otorgó un reconocimiento por servicios prestados; y en 2018, fue exaltado como miembro honorario de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Colombia."
DEDICATORIA
"Dedico esta obra a quienes merecen todo el reconocimiento por
su eficaz colaboración en la tarea de gestionar la entidad,
por haber sido miembros activos del equipo de trabajo inicial:
Oliverio Phillips, Sven Zethelius, Joaquín Piñeros Corpas,
entre los científicos; Virgilio Barco, Hernán Echavarría,
Manuel Carvajal, Germán Botero de los Ríos,
Gabriel Betancourt, José Félix Patiño, Enrique Vargas,
Gabriel Poveda, Jaime Sanín, Rodrigo Botero,
Gerardo Eusse, Juan Ricardo Bernal y Josué Muñoz,
entre otros amigos y líderes del país, pertenecientes en ese
entonces a la empresa, la academia y el gobierno, quienes
participaron en el proyecto de dotar a Colombia de un
sistema científico-tecnológico, con su voluntad generosa,
su invaluable aporte intelectual y sus luces."
AGRADECIMIENTOS
A COLCIENCIAS, por su apoyo para la realización y publicación del libro que aquí se presenta.
A Paola Caro, mi asistente de investigación, por su apoyo constante y dedicado, su interlocución inteligente y su
cuidadosa revisión bibliográfica. Su contribución marcó toda la diferencia en la realización de este trabajo.
A Catherine Cita, por su colaboración en lecturas y comentarios del texto.
A Martha Luz Ospina, por su valiosa ayuda, su soporte constante y búsqueda de la perfección y la verdad.
A mi familia, por haberme mantenido animado en todo el proceso de construcción de esta obra.
Una mención especial de gratitud y admiración a mis sucesores en la Dirección de COLCIENCIAS, todos los cuales
aparecen nombrados en la obra, por haber mantenido firmes los objetivos estratégicos originales y haber conducido
la entidad hasta el alto nivel de desarrollo en que ahora se encuentra.
CONTENIDO
PRÓLOGO
INTRODUCCIÓN
PARTE 1: COLOMBIA EN EL MUNDO DE LOS AÑOS SESENTA
CAPÍTULO 1.
UNA REVOLUCIÓN CULTURAL
El decenio de los sesenta
La velocidad del cambio tecnológico
La economía del conocimiento
CAPÍTULO 2.
PENSAR EN UN SISTEMA CIENTÍFICO-TECNOLÓGICO
Componentes del sistema
De la innovación al crecimiento económico
El Triángulo de Sábato
El concepto de progreso técnico
Función social de la ciencia
CAPÍTULO 3.
CONTEXTO INTERNACIONAL A MEDIADOS DEL SIGLO XX
El mundo de la posguerra
La carrera espacial
Liderazgo de Estados Unidos y asistencia técnica internacional
Perspectivas de cambio: cooperación para el desarrollo en América Latina
UNESCO señala el camino
Una visión del desarrollo desde América Latina
CAPÍTULO 4.
LA ALIANZA PARA EL PROGRESO
Antecedentes
Tiempos de confrontación
La Guerra Fría se calienta
Cambios a la vista: un plan para América Latina
CAPÍTULO 5.
EL CONTEXTO COLOMBIANO
Asistencia técnica internacional a Colombia
Vientos de esperanza
El desarrollo de los sectores productivos y de servicios
CAPÍTULO 6.
UN SISTEMA CIENTÍFICO-TECNOLÓGICO PRECARIO
Instituciones científicas
La educación superior
Calidad de la educación superior
Modernización del sistema oficial de la educación superior
La formación de técnicos y tecnólogos
PARTE II: CREACIÓN DE COLCIENCIAS
CAPÍTULO 7.
UN TESTIMONIO: PERSIGUIENDO UN SUEÑO
Breve digresión
Primeros encuentros con la tecnología
La Armada Nacional progresa
Rumbo a MIT
Comunicaciones y transformación académica de la Escuela Naval
En la Administración de Impuestos Nacionales
Una mirada a la ciencia: el PSSC
La Fundación para el Fomento Educativo y el Avance de la Ciencia y la Tecnología
La huella del Instituto de Ciencias
La acción del gobierno
CAPÍTULO 8.
NACE COLCIENCIAS
Un centro generador de ideas desde el sector privado
Aproximación al Gobierno Central
El Seminario de Fusagasugá
Recomendaciones del Seminario
La decisión gubernamental de impulsar el desarrollo científico y tecnológico del país
Una nueva estrella
A MANERA DE EPÍLOGO
LA NAVEGACIÓN CONTINÚA
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
INDICE DE FIGURAS Y CUADROS
FIGURA I.
CUADRO 1.
Entidades e instituciones de fomento a la investigación existentes en Colombia en los años sesenta
CUADRO 2.
Universidades fundadas antes de los años treinta
CUADRO 3.
Universidades fundadas entre 1930 y 1945
CUADRO 4.
Universidades fundadasentre 1947 y 1968
CUADRO 5.
Instituciones líderes en la formación técnica y tecnológica en Colombia existentesen los años sesenta
CUADRO 6.
Proyectos de colciencias, financiados principalmente por el prdcyt de la oea, presentados en la reunión de Quirama, en julio de 1971
PRÓLOGO
UN PROVERBIO ÁRABE SEÑALA que uno se parece más a su
época que a sus padres, es decir que uno termina siendo hijo
de su tiempo. Más ponderadamente, los historiadores solemos
repetir que la historia es el despliegue de la acción humana en
unas determinadas coordenadas espacio-temporales. Ello fue
lo que se propuso hacer Alberto Ospina en este libro: enmarcar
la creación de Colciencias -la institución rectora de la
ciencia y tecnología en el país- en el amplio contexto nacional
e internacional de los años sesenta del siglo pasado; pero
no como un observador externo: él reconstruye dicha historia
desde su percepción como actor decisivo en este proceso.
De ahí que el libro se subtitule «una monografía, un testimonio»
y se divida precisamente en dos partes: una que
ubica el contexto y otra que narra el origen como tal de la
institución. Si la primera parte pretende ser más objetiva y
contextual, la segunda está narrada en primera persona y teje
en paralelo la historia de COLCIENCIAS con la autobiografía del autor.
Al fin y al cabo, su historia personal terminó
fundiéndose en esos años con la de la institución por la que
tanto luchó.
Como se desprende de la lectura de estas páginas, se trata
de una historia que no fue resultado exclusivo del deseo
y la voluntad de unos pocos individuos, pero tampoco fue
una derivación mecánica de un contexto. Lo que vemos acá
es la historia de un hombre que tuvo un sueño y lo persiguió
-a pesar de las dificultades que encontró en el camino-,
pero que aprovechó también los vientos que soplaban a su
favor. Y así hoy sienta que la institución no ha podido cumplir
todas las metas propuestas en sus inicios, sigue empeñado
en hacer real ese sueño.
En ese sentido, el presente libro puede tener varios orígenes,
y todos son válidos dependiendo de los respectivos
contextos espacio-temporales. Un posible inicio, que no apa
rece explícitamente en el texto, pero bien puede ser considerado
el punto de arranque del libro, fue la ceremonia de
2014 en Cartagena, en la que COLCIENCIAS, además de premiar
a connotados investigadores, destacó la labor pionera
de Alberto Ospina en el avance de la ciencia y tecnología
en el país; homenaje que se ratificó tres años después con su
admisión a la Academia Colombiana de Ciencias Exactas,
Físicas y Naturales. En agradecimiento al premio de Cartagena,
él se propuso poner por escrito lo que verbalmente venía
contando sobre la creación de COLCIENCIAS; y tomó muy
en serio el reto: a sus noventa y cuatro años y con enorme
esfuerzo produjo el presente libro que, sin ser de un historiador,
arroja luces sobre el pasado de la institución y del país,
en cuanto al conocimiento científico y tecnológico.
Otros posibles inicios de esta historia pueden ser algunos
momentos de su relato autobiográfico, en los que dio
pasos definitivos para el proceso que reconstruye, siempre
guiado por la curiosidad ante las innovaciones tecnológicas.
Por ejemplo, cuando salió de su pueblo natal, Titiribí
-donde había nacido en la vereda Otramina en 1924- hacia
Bogotá, para ingresar al Ejército, a los diecisiete años; o
su ida a Cartagena poco después, con el fin de enrolarse en
la Armada Nacional, institución que lo enviaría años más
tarde al MIT, en Estados Unidos, para proseguir estudios de
posgrado en Ingeniería Electrónica.
También pudieron originar esta historia -a su regreso a
Colombia- las tertulias de los años sesenta con amigos interesados
en temas de ciencia y tecnología, o el Seminario de
Fusagasugá, en febrero de 1968, en el que prácticamente se
cocinó la creación de COLCIENCIAS. Todos estos momentos, y
otros tantos que no menciono, pueden ser puntos de inicio de
una historia que ata la trayectoria vital del fundador con la
de la institución que contribuyó a crear. Pero el autor decidió
iniciarla por donde le pareció mejor hacerlo: «Colombia en el
mundo de los años sesenta».
En todo caso, la historia que nos narra Alberto -el Capi
Ospina para sus viejos amigos- es un testimonio fresco sin
grandes pretensiones historiográficas. El lenguaje que usa
es comprensible, a pesar de tratar densos temas de ciencia y
tecnología o acudir a áridas estadísticas económicas. Como
buen marino que ha sido, nos pone continuas metáforas de
navegante para mostrar los buenos vientos con que comenzó
COLCIENCIAS, y las tormentas y tempestades que amenazaron
con desviar su rumbo. Por eso mismo nos da claves para
comprender la historia de una institución central en la vida
nacional, que está ligada al crecimiento limitado del país,
especialmente en términos de conocimiento.
Así, al poco tiempo de iniciar la entidad se hizo evidente
la dificultad de aumentar o incluso de mantener su presupuesto,
por lo que tuvo que contraer créditos externos para
financiar los diversos proyectos en los que se fue diversificando.
Las crisis económicas, especialmente las de 1998 y
2008, complicaron las cosas, no solo para COLCIENCIAS, sino
en general para las instituciones académicas estatales, cada
vez más asfixiadas por la penuria presupuestal, Al fin y al
cabo, no se ha logrado la meta de un 1.0% del PIB para cien
cia y tecnología.
Incluso en los últimos años tienden a decrecer sus recursos,
a pesar de las ilusiones que abrieron los ingresos por
regalías. Le faltó «combustible a la locomotora de la innovación»,
concluye apesadumbrado nuestro autor. El continuo
cambio de directores no ayuda a la consolidación del ahora
Departamento Administrativo de Ciencia y Tecnología. Si en
los primeros treinta años COLCIENCIAS tuvo seis directores,
en los veinte siguientes ha tenido diez. Algunos incluso solo
han durado pocos meses. Porque -como se dice en el texto
si un país descuida la generación de conocimiento se quedará
rezagado en el concierto mundial, mientras aumenta la brecha
que lo distancia de los países centrales tanto en términos económicos
como de calidad de la educación en todos los niveles.
Según Alberto Ospina, el problema no radica en la comunidad
académica que, a su juicio, ha cumplido con su papel para
el avance de la ciencia y la tecnología, sino en los
políticos y dirigentes del país. Creo que es un expediente fácil
culpar a los políticos de esos fallos -aunque sin duda les
cabe mucha responsabi1idad-, y tal vez es un poco apresurado
absolver a la comunidad científica de lo que le compete
para presionar políticas de ciencia y tecnología orientadas
al real mejoramiento de la calidad de vida de los colombianos,
y no a abultar unos escuetos indicadores de crecimiento
económico.
En la trayectoria vital de Alberto Ospina me crucé con él
hace ya unos cuantos años, y a pesar de las diferencias
generacionales, profesionales, culturales y políticas nos hemos
respetado y admirado mutuamente, cada uno desde su respectiva
esquina. Ello explica por qué, sin ser experto en historia de
las ciencias o de las instituciones, sino un historiador social a
secas, haya aceptado la invitación de escribir el prólogo sobre
un libro que -debo reconocerlo- termina dando lecciones
sobre el pasado de la ciencia y la tecnología en el país, y en
últimas sobre una historia nacional no convencional. Porque
no es esta una historia de próceres y mártires de la patria, sino
de científicos y tecnólogos que buscaron conectarse con el
Estado y las empresas: es el llamado Triángulo de Sábato, al
que yo le agregaría la gente de a pie para acercarlo más a las
necesidades del país.
Creo que los lectores sacarán mucho provecho de estas
páginas, especialmente quienes de forma directa o indirecta
están vinculados con la producción de conocimiento nacional.
Hay incluso consejos que sugieren cómo recuperar
rumbos perdidos y fortalecer proyectos que requieren
consolidación y estabilidad.
En cualquier caso, leer este libro no será labor perdida
y, por el contrario, se disfrutará conociendo la historia de
un hombre que en medio de sus circunstancias aportó una
cuota definitiva para el nacimiento de COLCIENCIAS, por allá
en 1968. ¡Qué buena manera de conmemorar los primeros
cincuenta años de esta institución!
MAURICIO ARCHILA NEIRA
Profesor Titular
Departamento de Historia
Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá
BOGOTÁ, SEPTIEMBRE DE 2018
El siguiente título, "Dos historias interesantes", no pertenece al libro, es mas bien un comentario de Cienytec.com, pero contiene dos apartes tomados del libro, cuya razón se explica a continuación:
DOS HISTORIAS INTERESANTES
A continuación se copian dos apartes del libro, en los que aunque no se habla de Cienytec, consideramos, pudieron haber causado el interés de crear una compañía que como Cienytec, se enfoca en productos tecnológicos especializados en educación.
El primero, describe su curiosidad por la ciencia y la tecnología desde los años 30 el siglo pasado cuando no existían los televisores, los jets y menos los computadores y los celulares, todos ellos de su uso diario hoy en día a sus 94 años.
El segundo, las tecnologías que se empezaban a usar en Estados Unidos en las que sus profesores del MIT participaban, las del PSSC, y que él pensó que se debían implementar en Colombia. Al recibir autorización de sus profesores de MIT, inició el proceso de la traducción de los textos y la implementación del sistema con el apoyo del gobierno. En años posteriores, se creó Interamericana de Material Didáctico, hoy Cienytec que significaba "Ciencia y Técnica" y que inició vendiendo material didáctico básico para colegios, como tiza para los tableros, cuadernos, y útiles escolares y hoy en día suministra los mas modernos y sofisticados laboratorios de ciencias, idiomas y sistemas virtuales, a colegios y universidades.
PRIMEROS ENCUENTROS CON LA TECNOLOGÍA
La vereda Otramina de Titiribí, donde nací, estaba localizada a unos tres kilómetros del pueblo. Allí vivía, con mis padres y hermanos, en una pequeña finca de café heredada de los abuelos maternos; nos manteníamos a medias con su producción. Los dos primeros años de la primaria fueron en la escuela de la aldea y los demás en la escuela pública del pueblo. Aún recuerdo mis caminadas para llegar a clases, por una senda bordeada por cafetales, marcada con los postes y los alambres conductores del telégrafo, cargados de pájaros alineados sobre ellos. A menudo me distraía el sonido de un avión de hélice, de la compañía de transporte aéreo Scadta , la primera aerolínea comercial en Colombia y en América.
Me maravillaba el portento de esas máquinas que cruzaban el cielo, como si fueran pájaros gigantes. También me preguntaba cómo se transmitían los mensajes telegráficos, o las voces y la música en los aparatos de radio que llegaban como últimas innovaciones al ambiente pueblerino; ellas constituyeron, con los aviones, y con los automóviles que comenzaban a recorrer la recientemente inaugurada carretera, mis primeros encuentros con la tecnología. Fueron también presagios de algunos de los oficios que habría de desempeñar más tarde, en la edad adulta.
En esos tiempos, que eran los de principios de la República Liberal, iniciada con la presidencia de Enrique Olaya Herrera en 1930, lejos estaban de mis cavilaciones los televisores, los aviones de retropropulsión o jets –que hoy son comunes–, y mucho menos los teléfonos celulares o los computadores.
Mis estudios formales de secundaria terminaron pronto, porque el Colegio de Santo Tomás de Titiribí solo ofrecía los dos primeros años de bachillerato; y eso apenas en proceso de ser aprobados oficialmente por el Ministerio de Educación. Vino entonces la lucha y el empeño, acompañados por toda clase de gestiones, tropezones y caídas, para terminar los estudios de secundaria y estar preparado para ingresar a la universidad.
En el pueblo no había facilidades académicas; en la familia no había recursos; Medellín estaba muy lejos; solo tenía a la mano las ganas, la tenacidad y la decisión de estudiar que me habían infundido mis padres. En los tempranos años de mis caminadas a la escuela, o en las jornadas como recogedor de café, sin duda había reflexionado sobre los consejos paternos de “ser alguien” en la vida, o soñar siempre mejores alternativas de vivirla: ser aviador, telegrafista, ingeniero o dirigente político.
En 1938 (creo que para celebrar el aniversario de la fundación del municipio) llegaron al pueblo, de visita, el presidente Eduardo Santos y su ministro de Educación Jorge Eliécer Gaitán. Rindieron homenaje a hijos ilustres de Titiribí que habían descollado en la vida nacional . Las semblanzas de los ilustres paisanos, traídas en los discursos del presidente y su ministro, quizá inflamaron mis sueños y sembraron en mi conciencia la necesidad urgente de volar, de salir en busca de una forma para continuar mis estudios. ¿Sería posible viajar a Bogotá, entrevistarme con el ministro Gaitán a quien había tenido tan de cerca en su visita a mi pueblo, y conseguir una beca?
Fruto de esa reflexión y ese propósito, ya cumplidos los 17 años, me encontré en Bogotá, sin ninguna beca, pero sí enrolado en la Escuela de Motorización del Ejército como soldado recluta. Entonces me percaté que nada es fácil; pero también pensé que nada era imposible porque visualizaba una alternativa, una nueva vía hacia la meta del estudio, que en ese momento tenía a mi alcance: el entrenamiento militar y la posibilidad de adquirir conocimientos técnicos reavivó la ilusión.
La educación técnica y tecnológica también podía ser un buen camino hacia una vida profesional digna, o una ruta alterna hacia los estudios superiores. Sin embargo, me daba cuenta de que, mientras no tuviera el bachillerato aprobado, solo podía aspirar a ser telegrafista o radiotécnico, pero no aviador ni dirigente político. Tuve entonces que emprender por mi cuenta y de manera no formal la tarea de terminar la educación secundaria mientras trabajaba en las Fuerzas Militares.
Con base en los programas oficiales del Ministerio de Educación compré los textos recomendados para todas las materias (geografía, historia, religión, matemáticas, etc.) de los años del bachillerato, y abordé cada asignatura en forma vertical, desde el primer año hasta el sexto; no lo hice solo, sino acompañado de colegas del Ejército que compartían las mismas ilusiones. En la medida en que avanzaba en la preparación de las materias, solicitaba al Ministerio exámenes de validación en un colegio oficial aprobado. Así logré alcanzar el nivel académico necesario para presentarme a un concurso de méritos, el filtro que utilizaba la Armada Nacional para el ingreso de aspirantes a formarse en la Escuela Naval, en Cartagena.
La Escuela Naval me abrió su puerta. La formación militar previa y la preparación que había alcanzado por el camino más difícil, el de la persistencia y la autodisciplina, me ayudaron en la carrera naval. La recorrí, la pude terminar con éxito y hasta conseguí novia, hoy mi esposa. El ascenso en el escalafón naval fue un camino feliz, como el que experimentan los escaladores de montañas. Allí tuve la oportunidad de encontrarme más de cerca con la ciencia y la técnica. La ciencia de la navegación astronómica, con la guía de las estrellas; la técnica de la electrónica y las comunicaciones, especialidades en las que me embarqué como profesión desde los primeros pasos de la vida naval. Más tarde, fui profesor de estas materias en la Escuela, aunque aún me faltaba mucho por aprender. Necesitaba estudios de posgrado.
Fue entonces cuando comprendí la necesidad del aprendizaje continuo y sin pausa, la importancia de avanzar en el conocimiento y de confirmar las ventajas de tener un propósito de vida. Lo compartía así con mis alumnos: estudiar, trabajar, persistir… Tal es el camino para hacer algo significativo en tu paso por este mundo, bien sea en provecho propio, para ayudar a los demás o para contribuir al progreso de tu institución y de tu país.
UNA MIRADA A LA CIENCIA: EL PSSC
Prosigo mi historia: me gustaba la física; y en la Escuela Naval había obtenido buenas notas en la materia; pero al llegar a MIT había encontrado –como decían en mi tierra cuando uno estaba alejado de lo que pretendía– que “no estaba ni tibio”; así lo había determinado mi consejero académico, quien me había sugerido con delicadeza que tomara un semestre de física y matemáticas a nivel de pregrado, antes de comenzar los cursos en la Escuela de Graduados.
La física no me fue del todo esquiva, porque unos meses antes de graduarme encontré que algunos de mis profesores de los primeros tiempos en la universidad estaban trabajando en un proyecto para transformar la manera de enseñar esta materia en el nivel secundario. Los nuevos textos y materiales propuestos fueron desarrollados por un comité especial de estudio de la ciencia física coordinado por profesores de MIT, el PSSC (por la sigla en inglés de Physical Science Study Committee).
El doctor James R. Killian, presidente de MIT en ese entonces, describía el nuevo texto en los siguientes términos:
...uno en el cual la física se presenta, no como un mero conglomerado de hechos sino básicamente como un proceso continuo por medio del cual el hombre busca entender la naturaleza del mundo físico […]. Este nuevo curso difiere en muchas formas de los cursos de física que se enseñan comúnmente en el nivel secundario de educación… (Physical Science Study Committee, 1964: ix)
Y al explicar cómo el curso introduce al alumno en el conocimiento de la estructura de los átomos, el mismo doctor Killian escribía:
Siguiendo el trabajo de Rutherford, establecemos el modelo nuclear del átomo. Pero algunas preguntas quedan sin contestar. ¿Por qué, por ejemplo, un átomo de esa naturaleza es estable? ¿Por qué, al emitir luz, no se consume y se extingue? En busca de respuestas hallamos que la luz es a la vez partícula y onda.
Además, encontramos que, aunque la materia se comporta como partícula, en algunos aspectos también se comporta como onda. Combinando ambas propiedades podemos entender la estabilidad del átomo de hidrógeno y la estructura de sus niveles de energía… (Physical Science Study Committee, 1964: ix)
El texto y los materiales del PSSC constituían una manera maravillosa de enseñar la física y me propuse introducirlos en Colombia. En un arranque de ilusión, de fe y de optimismo, de esos que son más grandes que las posibilidades pero que dan sentido a la vida, pensé que en Colombia podríamos aprovechar esos conocimientos, usufructuar esos avances científicos.
Soñé con un cambio en la enseñanza de las ciencias en el país, para que aquí también pudiéramos formar hombres y mujeres de ciencia y llegar a ser potencia científica. Llevaba grabada en el corazón una sentencia leída en alguna parte: “Si lo puedes soñar, lo puedes hacer”. No obstante, la vida me había enseñado que tanto optimismo no era realista, por lo cual moderé mis expectativas y me dije a mí mismo: “Si lo podemos soñar y ponemos manos a la obra, tendremos buenas probabilidades de que lo podamos hacer”. Lo demás era emprender, trabajar duro y persistir.
Había una oportunidad y no podíamos permitir que se nos escapara: como algunos de los líderes del proyecto PSSC habían sido mis profesores en MIT, me aventuré a pedirles que me ayudaran a obtener licencia para traducir los textos y adaptar a nuestro medio los materiales de laboratorio que estaban desarrollando. Esperaba un cortés “lo estudiaremos”, de manera que recibí con satisfacción y asombro su aceptación casi inmediata. Recibir los materiales y los textos en inglés, con la esperanza de adaptarlos y adoptarlos en Colombia, sin considerar la situación local y sin medir el compromiso que se estaba adquiriendo, fue la parte azarosa y casi irresponsable de esta experiencia. De ahí en adelante el desafío sería implementar los nuevos métodos de enseñanza de física sin patrocinadores, sin presupuesto y sin una institución que apoyara esa aventura.
La tarea de obtener las licencias, traducir, adaptar y publicar textos fue más fácil que la de introducir los nuevos modelos de enseñanza en el sistema educativo colombiano. Aunque existía el Ministerio de Educación, no se contaba con una entidad cuyo mandato específico fuera apoyar innovaciones en la enseñanza de las ciencias o procurar el progreso científico-tecnológico en general.
El reto era bien grande: además de imprimir los libros, había que importar materiales de laboratorio (porque las prácticas eran un componente esencial del nuevo método), financiar expertos que prepararan a nuestros profesores, llegar hasta universidades y colegios seleccionados en todo el país, e incursionar en el laberinto de leyes, decretos, resoluciones y reglamentos del sistema educativo nacional. Era una tarea formidable para un hombre solo.
Esas necesidades fueron el estímulo para buscar vías alternas, conseguir apoyos, motivar seguidores, formar equipos de trabajo y llegar hasta los altos niveles del gobierno en busca de decisión política para crear la institución que liderara el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Estaba claro que era imperativo para Colombia contar con una institución que tuviera esa misión irrevocable.
Ya lo hemos anotado: en parte gracias a la carrera por el espacio, a las conferencias de Unesco y al Decenio del Desarrollo, corrían en el mundo y en América vientos favorables al desarrollo científico-tecnológico. Algunas naciones de América ya tenían instituciones para impulsar la ciencia y otras apenas comenzaban. En Colombia sentíamos la urgencia de subirnos en ese tren, so pena de quedarnos rezagados (como anotara el presidente Kennedy ante el desafío de llevar al hombre a la Luna).
Logramos formar un excelente equipo con objetivos claramente definidos. Solo había que trabajar y perseverar en el empeño. Con ilustres colegas –cuya lista es larga– creamos dos entes privados que ayudaron a abrir el camino y dar los primeros pasos: el Instituto de Ciencias, que más adelante sería absorbido por el Ministerio de Educación, y la Fundación para el Fomento Educativo y el Avance de la Ciencia y la Tecnología en Colombia, integrada por líderes colombianos de primera línea.
Con el Instituto de Ciencias, el de Ciencias Básicas del Ministerio de Educación y la colaboración de un grupo especializado de los Cuerpos de Paz (un programa de la Alianza para el Progreso) se implementó el proyecto PSSC en un buen número de colegios e incluso en el primer año de algunas universidades. Comenzaba así una innovación y una revolución en la enseñanza de ciencias en Colombia.
La Fundación, por su parte, promovió e impulsó un seminario internacional sobre ciencia y tecnología para el desarrollo, de donde salieron las recomendaciones que habrían de influir en la creación de los organismos rectores de la ciencia y la tecnología en Colombia.